lunes, 7 de febrero de 2011

La Primera Vez

Terminé de escribir tu primera vez, Víctor. Espero que estés satisfecho, creo que sales bastante bien retratado. 
En realidad, tus orígenes se cuentan en el relato Principios. Pero vamos a hacer como que ese relato no existe, ¿vale? y simplemente lo dejaremos para el final.


Dentro de un tiempo, espero que no mucho, volveré a por ti. Tienes tanto por hacer...


El relato, los personajes y las situaciones que aparecen en él son ficción de principio a fin. No están inspirados más que en ideas difusas y sueños que se van olvidando conforme avanza el día. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.


Como en otras ocasiones, el relato se encuentra registrado. Puedes leerlo y compartirlo si crees que merece la pena. Lo que no puedes hacer es decir que lo has escrito tú, publicarlo, etc, etc.






Ese hombre desquiciado que se ve a sí mismo como a un liberador, no ya de los males del mundo, sino de los males que encierran las personas en lo más profundo de sus vidas, es mi personaje favorito. 
No es un justiciero. No pretende hacer el bien, ni perseguir a los malvados en base a un estricto código moral. Es un hombre de principios, pero no se cuestiona si son los correctos. Son los suyos, y a ellos debe atenerse. A ellos, tan solo. A nadie más debe dar explicaciones ni excusas.
Debe ser hermoso, liberador en cierto modo. No necesitar más que razones de vida y muerte para justificar tus actos. Qué sencillo, qué elegante.
Por supuesto, todo esto es literatura. El personaje es un psicópata que debería estar entre rejas, o en una institución mental. 
¿He dicho ya que es mi favorito?






LA PRIMERA VEZ

La imagen de una niña que ya ha muerto me devuelve a la realidad y me dice que hoy he tenido un día de perros.

miércoles, 2 de febrero de 2011

El tiempo, que no se consume

   Antes de salir el sol estoy despierto, y continuo despierto mucho tiempo después de que desaparezca por la noche. Aun así, las horas caen entre mis dedos, resbalan como arena de playa.

   Las horas, los días, los meses e incluso los años pasan con tanta rapidez que, al mirar atrás, nos vemos a nosotros mismos borrosos, desfigurados, como si fuéramos una parodia de nuestro presente. Nos compadecemos de nuestra ignorancia, de nuestra candidez del pasado, sabiendo que, dentro de unos años, de unos meses, días o incluso unas horas, nuestro yo, nuestra esencia más actual, puede haberse convertido en un mal chiste.

   Por eso me gusta tanto el fuego. Detrás de él no queda nada sino cenizas, restos consumidos a los que se ha arrancado todo lo que podían dar de sí. El fuego es como una vida intensa y apasionada. Su esencia es inmutable. Puede variar su tamaño, pero no su función, porque el fuego permanece, incluso cuando ya se ha extinguido. Un montón de cenizas siempre cuentan la misma historia: aquí vivió, de nosotros.  


   El otro día asistí a una fiesta cuyo protagonista era el fuego. No me pareció que se compadeciera de sí mismo.