viernes, 26 de octubre de 2012

Leer en versión original


En un foro en el que participo de forma habitual nos hemos puesto a hablar de esto, y he recordado que tenía pendiente escribir una entrada sobre las traducciones.


La pregunta original era más o menos así:

¿Creéis que es posible que una traducción supere al original? ¿Qué derechos tiene el traductor? ¿Qué cosas tiene derecho a modificar? ¿Véis bien que adapte las situaciones para que las entiendan otras culturas (ejemplo: traducir juegos de palabras o chistes)?

Y esta fue más o menos mi respuesta




Creo que una traducción nunca debe superar al original. Por ejemplo, si en el texto original se repiten muchas palabras, se abusa de verbos genéricos o se utiliza un estilo plano y descriptivo, el traductor no tiene por qué adornarlo, o cambiar unas expresiones por otras que le parezcan más adecuadas. Es decir, si el original es un "mal texto", el traductor no debe "convertirlo". Por eso, en principio, un texto traducido nunca puede [i]superar [/i]al original. Si lo hace, no será una buena traducción. Puede ser un buen texto, pero no una buena traducción.

Esto es, digamos, a priori. El traductor no deja de aportar su visión de la obra, no deja de ejercer de intérprete, y en ese sentido es donde se puede apreciar un buen traductor de uno mediocre. En un texto científico, por ejemplo, quizá sea suficiente con que, además de dominar el idioma, el traductor entienda del tema, de la materia de la que se está hablando pero, en una novela, creo que el traductor, además, debe comprender al autor, entrar en su mente y saber lo que quiere trasmitir. En una novela, el traductor debe averiguar cuales eran las intenciones del autor, qué sentimientos son los que pretendía evocar, y traducir en consecuencia. Es decir, en una traducción no importa tanto la fidelidad al texto original como la fidelidad al espíritu, al estilo original, y eso depende prácticamente en su totalidad del traductor.

Obviamente también depende del tipo de texto del que hablemos. Traducir un texto filosófico o teológico exige un contacto directo con el autor o un conocimiento muy, muy intenso de su obra si se quiere hacer un buen trabajo. Traducir un libro de aventuras quizá no requiera una comunicación formal con el autor, pero se deberá compensar con un conocimiento serio del medio, del entorno en el que se desarrolle.

Un punto y aparte se merecen los textos humorísticos. Entiendo que los juegos de palabras y los chistes deben traducirse buscando el sentido y, sobre todo, manteniendo el humor. Si la intención es hacer reír, mantener el original y que no tenga sentido al traducirlo es faltar al espíritu de la obra. En un chiste, además, me parece algo obvio.

- ¿Y dices que tu abuela tiene 90 años y no usa gafas?
- No, ella bebe directamente de la botella.

N. del T. En la obra original se usa la misma palabra para gafas que para vasos.


Oh, jaja, qué gracioso.

Pues no.


Un ejemplo que pongo siempre de buena traducción y que muchos conoceréis: En la serie Futurama, hay un momento en el que Bender, el robot, se mueve por una cuerda fija encima de un monociclo mientras tararea el himno del PP. En la versión original, realizada en USA, Bender está tarareando el himno del Partido Republicano. Si el traductor no hubiera hecho bien su trabajo no habría tocado la escena, pero se ha molestado en buscar una similitud para que los españoles entiendan el chiste.






Este ejemplo viene muy bien para los que dicen que las comedias hay que verlas en versión original porque, si no, se pierden los matices. Cuando alguien os diga eso, pedidle que os tararee el himno del PP y luego el del Partido Republicano, y entonces seguís hablando. Lo de "perder los matices" en una comedia siempre me ha hecho sonreír, y no porque tenga gracia.

Esta misma serie tiene otro ejemplo de traducción lamentable. En un momento dado, Fry se pone a recitar un texto de La Hoguera de las Vanidades, y en la traducción está leyendo al biografía de Tamara. Aun no comprendo a qué viene ese cambio. una de cal y otra de arena, las comedias mal traducidas pueden resultar lamentables.


En fin, en mi opinión, un texto cómico debe traducirse muy bien y, para prácticamente todo el mundo, la traducción siempre será más agradable y se disfrutará más que el original. No se trata únicamente de hablar la lengua original, se trata de estar integrado en su cultura. Esto imagino que no será aplicable en novelas situadas en un tiempo diferente al actual. Supongo que para leer y disfrutar a Terry Prattchett no hace falta más que dominar el idioma, pero vaya usted a saber.


He tenido algunas discusiones curiosas sobre las traducciones de Canción de Hielo y Fuego. ¿Se pierde mucho por llamar a Sandor Clegane "el perro" en todo momento y no diferenciar cuando le llaman "sabueso" de forma habitual y "perro" de forma despectiva? ¿Es una licencia injustificada que RiverRun se traduzca por Aguasdulces ? Te da risa el nombre de  Invernalia  porque te recuerda un paquete de guisantes congelados?

Yo, personalmente, creo que no es para tanto ni mucho menos. En este caso concreto, por lo poco que he leído en inglés, la traducción está muy cuidada y se está realizando con mucho espero y respeto por el lector. ¿Qué tiene fallos? Sin duda tendrá alguno, que se le haya pasado a todo el equipo y que corregirán en una edición futura. ¿Supone un inconveniente a la hora de disfrutar del libro? No, creo yo, para nada. Yo, personalmente, creo que he diferenciado en todo momento cuando alguien estaba hablando de El Perro con desprecio.

The Hound en todo su esplendor. 


En fin que, en mi opinión, leer un libro en su lengua original es una experiencia más auténtica que leerlo traducido, siempre que estemos hablando de textos con una cierta lírica o carga emocional, y siempre que el lector domine tanto el lenguaje como el estilo. La poesía, por ejemplo, creo que siempre hay que leerla en su idioma original, aunque sea con una traducción al lado. En caso de que no sea posible, se hace imprescindible buscar una buena traducción.


Un ejemplo de mi idolatrado Edgar:



Once upon a midnight dreary, while I pondered, weak and weary,
  Over many a quaint and curious volume of forgotten lore,
    While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping,
   As of some one gently rapping, rapping at my chamber door.
  "'Tis some visitor," I muttered, "tapping at my chamber door-
                Only this, and nothing more."



Y ahora un par de traducciones:


Una fosca media noche, cuando en tristes reflexiones,
Sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones
Inclinaba soñoliento la cabeza, de repente
A mi puerta oí llamar;
Como si alguien, suavemente, se pusiese con incierta
Mano tímida a tocar:
"¡Es - me dije - una visita que llamando está a mi puerta:
eso es todo y nada más!".



Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más."



Una de las dos traducciones me hace vomitar. Adivina cual.


Para el resto de los textos, por ejemplo, novela de ficción pura y dura, por supuesto que, si puedes leerlo en original sin echar mano del diccionario y sin poner caras raras cuando se usen coloquialismos, pues mucho mejor. Pero no lo veo como algo que mejore sustancialmente la experiencia. Se notará en algunos libros, pero en otros creo que no será apreciable. Sucede lo mismo con las películas. Siempre es mejor verlas en versión original, pero la diferencia con la versión doblada puede resultar insignificante o sustancial, dependiendo del tipo de película... y del traductor.


martes, 9 de octubre de 2012

ESCRIBIR Y CORRER


El arte de correr y la pasión de escribir. ¿O era al revés?

Cuando escuchas que alguien ha ganado una carrera, y no me refiero a una de las importantes, de las que ganan los corredores profesionales, los que tienen nombre propio, sino una pequeña carrera local en un pueblo, ¿en qué piensas?

Yo no puedo evitar pensar en el sacrificio, en el esfuerzo un día y otro y otro que ha realizado esa persona para llegar hasta donde ha llegado.

Ganar una carrera es como publicar un libro. Si es una carrera local o un pequeño libro de relatos de tirada insignificante, casi nadie le dará mucha importancia. “Ah, qué bien”, te dirán algunos. Los más estúpidos te preguntarán si has ganado algo de dinero. Los que corren o escriben no te dirán nada, pero en sus miradas verás envidia, reconocimiento y una profunda admiración.

Correr y escribir lo puede hacer cualquiera. No tienes más que calzarte unas zapatillas, agarrar el bolígrafo y el folio en blanco, y empezar. Al principio será frustrante, doloroso y muy poco productivo, pero te consolarás pensando “bueno, estoy empezando, no ocurre nada”. Luego te lo tomarás más en serio, el reto será mayor, la distancia más larga y las críticas más crueles.

Antes de salir a correr todo motivado, o antes de sentarme a escribir con una idea fantástica e innovadora en la cabeza.

Un día te darás cuenta de que estás llorando. No lo sabrás hasta que sea demasiado tarde, pero descubrirás que las fuerzas no te llegan, que no puedes hacerlo mejor, que no das más de sí, y que eso no es suficiente. Nadie recuerda el nombre de los finalistas en un concurso ni de los corredores que llegan el cuarto y quinto a la meta.

Sin embargo, nadie sabe tampoco lo que han pasado esas personas para llegar hasta allí.

Han sido horas y horas delante de un teclado, corrigiendo, pensando, fantaseando y reinventándose. Reescribir algo es admitir tus propios errores. El monitor te escupe a la cara tu mediocridad una y otra vez, inmisericorde, gritándote en el silencio de tu cuarto que eres imperfecto.

Han sido horas y horas corriendo, ignorando el dolor, apretando el ritmo un poco más, y otro poco, y otra vez, hasta llegar al límite y estirarlo, aguantando el dolor y confiando en que se pase pronto. En las tardes de lluvia, esas personas se ponen unas zapatillas desgastadas pero cómodas, siempre apurándolas una carrera, un kilómetro más, y salen a la calle a superarse a sí mismos, un día tras otro, siempre conscientes de que por la calle corre gente más joven, más rápida, más fuerte, más sacrificada. Cada día que no salen a correr es un día de frustración y nervios. Siempre hay alguien que no descansa, que corre los días de lluvia y los de frío, que les adelanta con un saludo de la cabeza y una sonrisa, soportando su agotamiento como si no existiera.

Volviendo de correr y comprobando que no lo hacía tan despacio desde aquel día que tenía fiebre y gastritis. Releyendo el último relato y comprobando que se me ha vuelto a ir la cabeza a cuando escribía cuentos a los doce años.

En las carreras te encuentras a gente que va a correr en ellas, a terminarlas sin más pretensión que mejorar sus tiempos, llegar a la meta sin más rival que sus propias limitaciones. Luego están los que van a ganar, los que se han preparado para esa carrera, los que aprietan los dientes en los últimos metros porque temen caerse justo antes de la meta.

Solo uno romperá la cinta. Solo uno verá reconocido, que no recompensado, su esfuerzo. El resto se sentirán más o menos satisfechos, habrán roto las cadenas más incómodas y exigentes, las que nos ponemos a nosotros mismos, y la mayoría de ellos sabrá que la carrera es lo de menos, que lo que cuenta es el camino, el aprendizaje, la constancia, el entrenamiento que ha hecho de ellos, y eso siempre es así, mejores personas.

Cada vez que veo una carrera pienso en el valor que han tenido todos los participantes por haberse apuntado. Cada vez que veo los resultados de un concurso, pienso en los cientos de nombres anónimos cuyo esfuerzo no conocerá nadie nunca.

Me voy a calzar mis zapatillas, viejas y desgastadas, y muy cómodas. Intentaré mejorar mi tiempo. Pensaré en los últimos libros que he leído, autores noveles con un estilo depurado tras horas y horas de admitir sus errores, y en los tiempos de aquellos que han ganado las carreras a las que no me he presentado.

Cabrones esforzados.