A veces te sorprende en los lugares más inesperados. Paseando de noche, borracho de alcohol y agotamiento, pisando un suelo empedrado que me atrapó desde el primer momento que lo sentí bajo mis pies, me paré a leer el quicio de una puerta.
"QUE LOS SERES DE LUZ TE GUARDEN Y TE GUIEN", rezaba una inscripción, trazada con un tizón o carbón romo sobre yeso deslucido. Debajo se veía un timbre, nuevo, recién instalado en una casa centenaria y maltrecha.
Nunca llegué a pulsarlo, asustado, quizá, de las personas que habitaban aquella casa, capaces de sobrecogerme con una bendición tan simple.