martes, 9 de agosto de 2011

Los que se resisten a morir (sexta entrada)

Una entrada larga. Aún no sé muy bien si la historia tendrá un interés más allá del puramente personal, espero que sí. En cualquier caso, poco a poco se va desarrollando. Paciencia, paciencia... 

Si Sopa y este descarado se hubieran conocido, habrían sido muy amigos. 




¡Dai, esto sí que es una sorpresa! —dijo el mayor de los dos hombres. Dejó sobre la mesa el libro que estaba leyendo, se levantó y se acercó hasta Dailyn. La abrazó durante un buen rato, y ella le correspondió como si fuera un viejo amigo al que hiciera mucho tiempo que no veía.

Néstor, te presento a Devan, un amigo —dijo ella—. Devan, éste es Néstor, una de las personas que te dije que te presentaría.

El apretón de manos fue cordial, más bien suave. Devan esperaba un apretón fuerte, de los de hombre a hombre, en plan macho, pero no fue de esos. El otro no se levantó. Miro de reojo, con cara de disgusto, porque a nadie le gusta que le interrumpan cuando está viendo una película. Paró la imagen y dejó congelado en la pantalla a un jovencito y glamuroso Antonio Banderas. Y cuando todos se sentaron en la mesa, no le quedó más remedio que volverse.

Dai, Devan —dijo Néstor—, este mal educado se llama Andros. Lleva conmigo unos años.

Devan pensó que Andros era un nombre horroroso, y posiblemente falso. Era moreno y llevaba el pelo largo y liso, le tapaba ligeramente la cara, y lucía una palidez que sólo se consigue con maquillaje. Le cayó mal. Luego recordó que a él le habían presentado también con un nombre atípico, diferente al que aparecía en su documentación, y se tragó su orgullo y un par de juegos de palabras bastante malos que había pensado en un momento. Le dio la mano y puso su mejor y más cordial sonrisa.

Es un honor —dijo, inclinando la cabeza de forma exagerada —. Me han hablado mucho de vosotros y estaba deseando conoceros. Devan, a vuestro servicio.

Andros, que no parecía demasiado familiarizado con el sarcasmo, respondió con una sonrisa complaciente. Néstor trajo una botella de vino y cuatro copas, y las sirvió sin preguntar. Ni se paró a pensar que Dailyn parecía una niña ni que Devan podía ser abstemio.

Por los viejos amigos, Dai.

Por todos los amigos, Néstor —respondió ella. Los demás callaron, conscientes de que la amistad de la que hablaban no tenía nada que ver con ellos. Se sentaron y dejaron que hablaran ellos.

Tú dirás, Dai. Hacía tiempo que no te veía y no me malinterpretes, pero esperaba no volver a verte en mucho tiempo.

Ya sabes cómo va esto, encontré a Devan hoy mismo, y me pareció que tenía que presentaros y que os conocierais.

Devan bebió un largo trago de vino, algo incómodo. El vino era bueno. La copa, sencilla pero muy hermosa. El silencio era incomodísimo.

Sí, bueno. Ya sabes cómo va esto… eh… No sé muy bien cómo definir nuestra relación. Nos conocimos hace mucho, supongo y… Dailyn, simpática, échame una mano, que yo no sé ni por dónde empezar.

Néstor soltó una sonora carcajada.

Sí, así son las cosas con ella, ¿verdad? Uno no sabe si va o vuelve. Relájate, Devan, que estás entre amigos. Andros, apaga el vídeo y pon algo de música —Andros se levantó de mala gana, pero sin quejarse—. Estoy harto de esa película, la he visto como diez veces. No sé qué ve en ella este chico, la verdad.

¿Hombres atractivos que no envejecen? ¿El glamour a través de la sangre?

No te metas con él, Devan —interrumpió Dailyn—. Es un buen chico, porque si no fuera así Néstor no lo habría elegido. Además es mayor que tú.

No menosprecies nunca una fuente de inspiración —dijo Néstor. Cogió la copa, la colocó entre sus manos y miró sutilmente por encima del hombro a Devan, en esa pose tan habitual entre los que están acostumbrados a dar discursos—. El modelo a seguir nunca es original.

No existen las historias totalmente nuevas. Cada personaje y cada obra de ficción son adaptaciones de los lugares y de las personas que conoce el autor Al leer o disfrutar de su obra, la integras en tu memoria y luego la usarás para tus propias creaciones. Todas nuestras ideas son una mezcla de los pensamientos ajenos.”

Y con nuestras aspiraciones ocurre lo mismo, las personas que queremos ser están formadas por mil personajes diferentes. No importa de dónde venga la inspiración para ser tú mismo, lo que importa es que tengas un modelo al que querer parecerte, y que ese modelo sea mejor persona de lo que tú eres”

Así que no tengas miedo de tu modelo, Devan, porque alcanzar la imagen de nosotros mismos es la única forma que tenemos de ser felices. Y si no lo conseguimos… bueno, ya sabes: mejor haber amado y haber perdido.”

Cuando Néstor terminó de hablar, Andros, que estaba en pie esperando para no interrumpirle, se sentó de nuevo a la mesa con otra botella de vino. En los altavoces sonaba una canción que Devan conocía muy bien.

el camino que seguiste ha cruzado
toda la ciudad
y aún intentas descubrir amor
eres sólo un viajero yendo en busca
de algún lugar
donde el cielo siempre sea azul

Sintió un escalofrío y bebió de un trago el resto de su copa. Andros se la rellenó rápidamente. Hacía años que no escuchaba esa canción. El grupo se llamaba La Dama Se Esconde. Imágenes de su juventud y de las primeras visiones de Dailyn se agolparon en su mente.

Tienes razón, Néstor —dijo—. Tienes toda la maldita razón. Y quizá así conocí a Dailyn, quizá así la creé, a base de imágenes y personajes de mi memoria.

¡Eh, que estoy aquí! —respondió ella con cara de berrinche—. ¡Que no soy una alucinación, Devan! ¿Cómo tengo que decírtelo? Soy tan real como todo lo que te rodea.

Que es lo mismo que decir que eres tan real como todo lo que mi tumor crea —. Devan se sirvió otra copa. El vino era bueno y se sentía lanzado, con esa tímida euforia que precede a la borrachera formal. Se hizo un silencio extraño a su alrededor, como cuando Dailyn pronunció su nombre por la mañana ese mismo día, en la cafetería. Parecía que había sido hacía mucho tiempo.

En realidad tú ya no importas en mi vida, Dailyn —prosiguió—. Has llegado tarde, así que ya no cuentas. Mira que te he llamado veces, y has venido cuando ya no me sirves de nada.

Devan se volvió hacia Néstor, ignorando las protestas de la niña, y le sostuvo la mirada.

¿Y tú, Néstor? Me vienes con cuentos sobre originalidad y deseos, pero no tienes ni idea de lo que es vivir con miedo. ¿Cuántos años tienes?

Más de los que…

Me da igual, era una pregunta retórica. No importa lo que hayas vivido, porque tú eres de los que se pasean por el mundo con la cabeza alta, de pie cuando caen las bombas y enseñando el culo al enemigo.

¿Pero quién te crees que eres? —interrumpió Andros, poniéndose en pie.— ¡No puedes hablarle así!

Dile a tu amigo emo que no nos interrumpa, Néstor —Devan hablaba con fluidez, si no fuera por el balanceo de su cabeza casi no se notaría que estaba algo trompa—, que están hablando los mayores. Te decía que tú no eres de los miedosos pero ¿qué pasa con las personas como yo? A mí me pegaban en el colegio los chicos más grandes, y ser valiente sólo me sirvió para recibir más a menudo. La gente como tú ni siquiera os molestáis en mirar hacia el suelo para no pisarnos a los demás, no me cuentes cuentos sobre mi superyó, porque la imagen que tengo de mí mismo es la de una persona que sigue viva. Es lo único que me queda, ¿sabes?, y también voy a perderlo dentro de poco tiempo, así que no me des consejos hasta que tengas fecha de caducidad.

Dailyn le hizo un gesto a Andros, que se sentó de nuevo, alterado y casi bufando de rabia. Néstor seguía mirando a Devan, pero poco a poco se fue dibujando una sonrisa en su cara. Parecía que quería contener la risa, pero al final no pudo hacerlo y estalló en una carcajada.

¿Has visto eso, Andros? —dijo riéndose todavía—. Ya sabemos por qué Dailyn le llama amigo. Esto es pasión y honestidad, y lo demás son tonterías.

Hombre, me alegro. Le gente no suele decir esas cosas de mí. Por lo general, después de un ataque de sinceridad la gente suele llamarme cosas que terminan en “ollas”, o en “ota”.

Pero Néstor seguía partiéndose de risa, y al final se terminó contagiando a los cuatro. Devan miró a Dailyn, que también reía con ese tono infantil suyo, y se sintió un poco tonto, desagradecido y prepotente.

De nuevo.

Otra vez. Y como era un sentimiento muy común en él, decidió que lo menos que podía hacer era disculparse.

Siento el arrebato, Néstor. También te pido perdón a ti, Andros, sois buenos anfitriones y yo os he insultado en vuestra casa. Lo siento.

¿A mí no me pides perdón? —preguntó Dailyn.

No.

Las copas siguieron llenándose.


Era un hombre en tierra extraña que fue buscando algo en que creer
y al encontrarla sintió que había estado ciego.

La Dama cantaba canción tras canción. Dailyn se llevó a Andros hacia el centro del salón y le obligó a bailar con ella. Parecían un cachorro dando vueltas alrededor de un árbol.

Así que… me dices que no te de consejos hasta que no tenga fecha de caducidad —dijo Néstor.

Bueno, ya sabes, yo quería decir… ejem…

Sí, ya lo sé. Que hasta que no vaya a morir no sabré lo que es el miedo a la muerte. Y tienes razón, no sé lo que es morir, pero sí sé lo que es vivir hasta que no quieres más.

Eso sí se merece una explicación.

Verás, Devan, cuando llevas suficiente tiempo en el mundo te das cuenta de que el sol siempre saldrá por el este, de que las personas mueren sean buenas o malas, y de que no hay nada realmente importante. Somos motas de polvo en la corteza terrestre, no le importamos a la Tierra más que una hormiga o que una brizna de hierba.

¿Quieres decir a ella, a Dailyn? ¿Qué no le importamos?

No, hablo en términos geológicos. Dai es la Vida, sí, pero tiene una opinión muy elevada de sí misma. No la hagas mucho caso, no hace más que buscarte y huir. Digo que los seres humanos no le importamos al planeta, por mucho que hagamos.


ESTO ES LO QUE SUCEDE CUANDO SE COMIENZA A HABLAR DE LA IMPORTANCIA DE LOS SERES HUMANOS.

Se habla de lo insignificante que es la especie. Se usan comparaciones manidas, “los hombres somos como virus”, “nosotros sí somos un cáncer para el planeta y no lo que tú tienes en la cabeza”, etc, etc. Se compara al ser humano con los animales, concluyendo que son mucho mejores que los hombres porque no son crueles. Se habla de la crueldad contra ellos, lo que lleva al vegetarianismo. Se pone el ejemplo de Hitler, que era vegetariano y amaba a los animales. Se bebe una copa de un trago. Se hace el silencio, y se brinda con otra copa llena. “por nosotros y nuestra insignificancia”.

Este tipo de conversaciones suelen durar un par de horas y siempre, siempre, se llega a la misma conclusión: no somos nadie. Si la bebida es buena, se hace con resignación y una sonrisa. Si no es así, habrás perdido dos horas de tu vida.

En la mesa de Néstor la bebida era excelente. Y Devan no estaba dispuesto a dejar ninguna botella a medias, por si acaso se estropeaba. La conversación giró y giró hasta llegar a un tema al que siempre llega una charla entre dos hombres.

Como te lo cuento, Devan, de cuarenta para arriba, que es cuando tienen las ideas claras. Las mejores. Créeme, que llevo mucho tiempo en esto.

Eres un asaltacunas, Néstor, deberías buscarte mujeres de tu edad. Claro que están todas muertas —copa, copa, chin-chin. Devan sonrió como si hubiera dicho algo ingeniosísimo.

Gracioso ¿Otra copa? Claro que sí, claro. Pues eso, que en realidad le he terminado perdiendo el gusto hasta a las mujeres. ¿Te lo puedes creer? Ni echar un polvo me apetece. Estoy empachado, creo que he vivido demasiado.

No, no y para nada. Eso no puede pasar.

Pues pasa —Néstor dejó la copa en la mesa, porque el alcohol también le había afectado—. Es como… Imagina que te sientas en una mesa y te ponen delante un plato que te encanta, ¿de acuerdo? Comes hasta hartarte, y ya no te apetece más. Pero el plato no tiene final, así que cuando vuelves a tener hambre sigue allí, delicioso como recién hecho. Y una vez y otra, y llega un momento en el que ya nada te sabe bien, porque estás cansado de esa comida, y de comer, y sólo quieres echarte a dormir la siesta y para eso tienes que matar al cocinero. ¿Me sigues?

Eh… no mucho.

No importa que vivas mucho o poco, Devan, importa que la comida te sepa bien, siempre, hasta la última. No comas hasta hartarte.

¿Y si me da miedo pasar hambre?

Llamas a la camarera, que tiene trece años, y te presentará a los amargados de otras mesas que te quitarán el apetito.

Devan sonrió. Le costaba mantenerse recto.

Pero… Ya entiendo. Joder, es que mi camarera ha tardado mucho. Llevo llamándola… casi veinte años. Y la cuenta es altísima y no la voy a dejar propina. Y sus amigos tienen mejor vino que yo en sus mesas y uno es un… ¿dónde está Andrés?

Andros, se llama Andros… seguro que con Dai viendo una película. ¿Cómo le has llamado antes? ¿Emo?

Sí, son una tribu urbana que… mmm… son una mezcla entre Marilyn Manson y Tristón, el amigo de Leoncio. Se dice que son estériles, como las mulas.

Néstor se rió escupiendo el vino que se había llevado a los labios, y Devan dejó caer la cabeza sobre la mesa, desternillándose por su propia tontería.

A pesar de ello se terminaron la botella. Estaba casi llena.


Despertó en su propia cama, y como sucede siempre que uno llega a su casa después de haberse tomado muchas copas de más, se sintió fatal. Y tenía razones para ello.

Se levantó tambaleándose, con un impresionante dolor de cabeza que amenazaba con tumbarlo de un momento a otro. Llegó hasta el baño, que estaba a tres metros de la cama, después de un largo y agónico minuto. Se tomó dos calmantes (sólo con receta, de los de “no abuses de ellos, toma uno sólo cuando te duela mucho”), se desvistió y se metió en la bañera. Abrió el grifo del agua caliente y dejó que le resbalara por la espalda. Quemaba, pero sentaba muy bien. Se tumbó, puso el tapón y dejó que la bañera se llenara poco a poco. Al cabo de un rato de semiinconsciencia, los calmantes comenzaron a hacer efecto y pudo empezar a pensar con claridad.

Joder…” pensó. Cerró los ojos.

¡Joder! —gritó, y sus recuerdos comenzaron a llamar tímidamente a la puerta.


LO QUE RECORDABA:

A Dailyn. Néstor y Andros, dos simpáticos lo-que-sean que llevaban mucho tiempo vivos. Canciones de La Dama Se Esconde: “hoy hay que beber y luego hacer un tiesto para flores con el tonel”. Bebió un buen vino, y en cantidad.

LO QUE INTUIA:

Un comentario de Néstor diciendo que Dailyn “te buscaba y huía”. Andros mirándole con una expresión extraña, entre rabia y deseo, salivando, alzando las manos y abriendo la boca. Dailyn enfadada y alejando a Devan del alcance de Andros. Néstor y ella cargando con él por el ascensor, hasta la calle y hasta un coche. Néstor contando chistes verdes mientras conducía, despacio y con cuidado. Dai riéndose. El portal de su casa. Escaleras.

Ten cuidado, Dai, le tienes muy cerca”. De esa frase se acordaba a la perfección.

Sopa. No recordaba haberla visto. No estaba con él en la cama.


Devan abrió los ojos y salió de la bañera de un salto. Ignoró el mareo y el dolor de cabeza. Se golpeó la rodilla con el mueble del lavabo, abrió la puerta mientras se tapaba un poco con una toalla y corrió hasta el salón.

Sopa y Dailyn compartían el sofá y el calor de una manta. Sopa respiraba con fuerza, con esa especie de ronroneo suave que hacía cuando dormía profundamente. Dailyn se abrazaba a un cojín con fuerza y se removía ligeramente, como si tuviera sueños incómodos. Devan se acercó despacio, para no despertarlas. Le quitó el pelo de la cara a la niña, con suavidad y un toque de dulzura que si hubiera estado despierta no habría mostrado. Acarició a Sopa en la barriga, hasta que se retorció para que pudiera acariciarla con mayor eficacia, aún dormida. Luego se alejó despacio hacia el baño para terminar de ducharse y, con un poco de suerte, despertarse del todo.


LO QUE NO RECORDABA:

No recordaba haber sacado la manta del armario para que Dailyn se cubriera. No recordaba haberle dicho “yo duermo en la única cama que hay en mi casa y si quieres quedarte, tú duermes en el sofá”, ni haberle dicho “te he querido muchísimo”, con voz de borracho mientras le acariciaba la cara y casi le metía un dedo en el ojo. No recordaba, al menos hasta que se despertó totalmente, que el alcohol lo tenía prohibido y que había reducido su esperanza de vida.

No recordaba a Dailyn junto a él, a su lado, acunándolo y diciendo “lo siento, no sabes cuánto lo siento, no pude venir, lo siento”.

¿Cómo podría? Estaba borracho.

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