Reposará un tiempo, lo leeré, lo corregiré mil veces y nunca quedaré satisfecho. Pero si en algún texto he dejado parte de mí mismo, es en éste.
Aun no sé lo que haré con él. De momento, intentar que resulte interesante. Hilvanar la historia me ha costado más de lo que esperaba, y por supuesto no se parece en nada a mi idea original. Quería darle una ambientación urbana a un cuento sobre magia, amistad y responsabilidades. Al final, creo que los secundarios han eclipsado a mi protagonista. Marineros muertos hace siglos, una mujer capaz de matar por un hombre al que no ama, un superviviente de un penal franquista, un prestamista gitano y unos adolescentes jugando con magia y pensando que el mundo puede llegar a cambiar algún día.
Y un demonio.
Extraña combinación para un resultado aun más extraño. Así es el mundo, incomprensible por más que expliquemos la realidad de las cosas mediante la física y la lógica. Los fantasmas siguen en las esquinas, por muy alto que recemos a la ciencia o a Dios. Pero al final, lo único realmente importante, lo que permanece por encima de las mentiras, de las leyes y del paso del tiempo, son los amigos. Los de verdad, los que nunca mueren.
Varias de las entradas de este blog están dedicadas a esta historia, las de Inspiración Urbana, por ejemplo.
Pensé que lo mejor que podía hacer era compartirla, porque para eso nacen todos los cuentos. Y para ello, para forzarme a repasar cada fragmento y limar algunas imperfecciones, he elegido el formato de un blog.
La historia la puedes encontrar aquí:
http://diasdemagia.blogspot.com
Es una buena historia. No está basada en hechos reales, pero ha sucedido, como todas las historias. No es muy amable, y quizá tampoco atractiva, pero tiene carácter y te hará pasar un rato entretenido. La terminarás y pensarás que algunos de sus fragmentos te parece recordarlos de algún sueño. Algunas veces pensarás que crees reconocer a uno de sus personajes, y quizá te hayas cruzado con alguno de ellos.
Espero que sea con alguno de los que siguen vivos. Los demás tiene la costumbre de perseverar.
Disfrútala.
edit: La historia ya está terminada y puedes encontrarla entera en el blog. No obstante, debo reconocer que esta historia es, de momento, uno de mis mayores errores. No he sabido ni dibujar las escenas, ni describir a los personajes con claridad, ni finalmente atar adecuadamente todos los cabos. Tengo la impresión de que me ha superado. En cualquier caso, de momento no la retiraré. Lo siento, Damian, deberías haberle contado tu historia a un escritor más hábil.
Uno de los momentos más tristes en la vida de una persona es la pérdida de la inocencia. A mí me ocurrió siendo demasiado joven, justo cuando conocí la magia y el miedo, que suelen caminar de la mano. Ojalá me hubiera conformado con el mundo que perciben los sentidos, con sus máscaras y sus misterios. Ojalá no hubiera necesitado dar un paso más.
Me llamo Damian.
Así, como suena. Sin acento. Damian, no Damián. Damian, como el libro de Herman Hesse. Aunque es una diferencia pequeña, para mí es importante. Damian es un nombre que me gusta y me trae buenos recuerdos. El acento lo convierte en algo común, vulgar y carente de magia. Me gusta tener en cuenta esos detalles, sobre todo porque el nombre de una persona, de una forma u otra, puede llegar a ser muy importante. La palabra que hace que respondas a una llamada o por la que te sientes identificado y diferenciado del resto de las personas debería significar algo especial para cada uno de nosotros. Los detalles son importantes, marcan las diferencias por pequeñas que sean, y acaban decidiendo los destinos de las personas. Una pequeña diferencia, como un beso en los labios, separa a un amigo de un amante. O al menos, a un amigo de un buen amigo.
Igual que una bala en la cabeza diferencia a una persona viva de un cadáver. El control de los detalles no está siempre en nuestra mano. En los detalles hay que tener en cuenta la suerte, y ella, la muy perra, de tanto pasearse entre los hombres se ha vuelto cruel, egoísta y cínica. La suerte acecha en callejones oscuros y en las sombras de las esquinas. La suerte no sabe de valores ni de rectitud. No diferencia el bien del mal. No tiene motivos para existir o para desaparecer, excepto cuando la obligas, pero para eso hace falta atarla tan fuerte y con tantos lazos que al final siempre se acaba escapando en el peor momento. Es entonces, cuando se marcha de tu vida a tanta velocidad que sientes un vacío en el estómago, en ese momento, un detalle insignificante puede marcar la diferencia más importante de tu vida, y matarte, o reservarte un destino aun peor.
Por eso me llamo Damian, sin acento, porque es un pequeño detalle que he elegido yo. Ni la suerte, ni el destino, ni mis padres. Es mi elección, y me durará toda la vida. Los detalles lo son todo.
Y estoy aquí para contar una historia, una de las importantes, de las que marcan a sus protagonistas. Si dentro de unos años acabo en los titulares de los periódicos y la gente habla de mí y dice “debió tener una mala vida”, quizá se refiera a la historia que voy a contaros. Y aunque solo sirva para desahogarme y dejar que mis recuerdos me dejen de atormentar mientras lo hago, habrá merecido la pena. Porque yo he perdido algo que quizá no todo el mundo ha tenido alguna vez. He perdido un amigo, uno de los de verdad, y ha tenido que morir para que yo me diera cuenta de todo lo que significaba para mí.
No sabía lo que tenía hasta que lo perdí. ¿No dice eso una canción? Eso es lo que ocurre con Héctor, mi amigo, que lo he perdido.
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